Acido Láctico

¿Qué es?

El ácido láctico, o su forma ionizada, el lactato (del lat. lac, lactis, leche), también conocido por su nomenclatura oficial ácido 2-hidroxi-propanoico o ácido α-hidroxi-propanoico, es un compuesto químico que desempeña importantes roles en varios procesos bioquímicos, como la fermentación láctica.

En nuestro cuerpo…

Cuando realizamos ejercicio nuestro cuerpo utiliza energía proveniente de lo que llamamos metabolismo aeróbico. Esta energía suele ser suficiente para actividades de baja o media intensidad, así como por ejemplo caminar o pasear en bicicleta.

Sin embargo, cuando la intensidad del ejercicio sube a niveles más altos, la energía proporcionada por la vía aeróbica deja de ser suficiente para cubrir la demanda del trabajo muscular que estamos realizando y se activa una segunda fuente de energía. Esta nos llega por la vía metabólica anaeróbica y nos proporcionara un plus de energía de forma rápida a cambio de acumular lactato.

El ácido láctico, cuyo anión es el lactato, es el producto final del metabolismo de la glucosa o bien de sus reservas, el glucógeno.

Se determina por micromuestra de sangre capilar, mediante una pequeña punción en el pulpejo del dedo o lóbulo de la oreja, y el resultado lo obtenemos de inmediato.

La formación de lactato se produce en todo momento del ejercicio físico y su concentración varía en función de la intensidad de la actividad física que realicemos.

¿Cómo funciona en el cuerpo?

También conocido como lactato, el ácido láctico es un compuesto químico que es muy importante para el metabolismo anaeróbico. Eso sí, el ácido láctico lo que sí hace es poner límites a nuestro rendimiento cuando estamos en un entrenamiento de alta intensidad como pueden ser unas series de velocidad.

«Es un compuesto que genera nuestro cuerpo como consecuencia de la degradación de las moléculas de glucosa. Sobre todo, cuando esta degradación se da en condiciones anaerobias, es decir, aquellos momentos en los que se requiere de un mayor esfuerzo e intensidad. Un ejemplo podría ser nadar en distancias cortas o un sprint final de una carrera.

Cuando no hay oxígeno en ejercicios de muchísima intensidad (series de velocidad con un 400 como mayor exponente o pesas), el organismo emplea la glucosa a modo de gasolina para poder funcionar. Esta se va degradando y acaba convirtiéndose en ácido láctico. Llega un momento en el que el cuerpo es incapaz de reutilizarlo, por lo tanto, el ácido láctico hace de las suyas si la intensidad es alta. La fatiga hace acto de presencia causando estragos en el atleta. Los músculos se quedan sin energía y las fibras musculares no pueden realizar correctamente la contracción.

¿Qué sucede con ejercicios de intensidad creciente?

Durante un ejercicio de intensidad creciente con el tiempo, cuando hay demasiada demanda de energía, el lactato se produce más rápidamente que la capacidad de los tejidos para eliminarlo, y entonces la concentración de lactato muscular comienza a aumentar. Es un proceso benéfico, porque la regeneración de NAD+ asegura que la producción de energía continúe y así también el ejercicio.

Contra lo que se creyó por mucho tiempo, el incremento de la cantidad de lactato no es causante directo de la acidosis ni es responsable tampoco de las agujetas (microroturas fibrilares causadas por el ejercicio) o calambres (por lo general debido al sobreesfuerzo).

Esto se debe en primer lugar a que el ácido láctico no puede liberar el catión hidrógeno; y en segundo lugar a que el lactato no se encuentra como ácido láctico, sino en su forma base, como lactato.

Los análisis realizados en la ruta glucolítica indican que no hay suficientes cationes hidrógeno presentes como para formar ácido láctico o cualquier otro tipo de ácido.

La acidosis que muchas veces se asocia a la producción de lactato durante ejercicios extremos proviene de una reacción completamente distinta y separada.

Cuando el ATP se hidroliza (es decir, se «separa», en agua), se libera un catión hidrógeno, que es el principal responsable de la disminución del pH. Durante ejercicios intensos, el metabolismo oxidativo (aerobiosis) no produce ATP tan rápido como lo demanda el músculo.

Como resultado, la glucólisis se transforma en el principal productor de energía y puede producir ATP a altas velocidades. Debido a la gran cantidad de ATP producido e hidrolizado en tan poco tiempo, los sistemas amortiguadores de los tejidos se ven agotados, lo que genera una caída del pH y produce acidosis. Este es uno de los factores, entre tantos, que contribuyen al dolor muscular agudo experimentado poco después del ejercicio intenso.

¿Por qué fases pasa nuestro cuerpo?

Cuando realizamos una actividad deportiva de intensidad creciente, hay una primera fase de resistencia aeróbica pura. En esta fase se produce una activación del metabolismo de las grasas por encima del de la glucosa y la concentración de lactato no aumenta los niveles basales.

Hablamos de un trabajo o ejercicio físico en el que se utilizan las fibras musculares tipo I, o fibras rojas (son las que intervienen por excelencia en el trabajo de resistencia).

En la segunda fase la intensidad del ejercicio empieza a demandar mas energía y ante la insuficiente cantidad proporcionada por las grasas, nuestro cuerpo comienza a utilizar también la energía proveniente de la glucosa, aumentando también el nivel de lactato por encima de los niveles basales.

En esta segunda fase nos situamos en un nuevo estado de estabilidad en el que el lactato todavía no se dispara y se mantiene en unos niveles de concentración moderada.

Por último, la tercera fase, es aquella en la que la intensidad creciente del ejercicio requiere reclamos de potencia y una elevada demanda de energía que hace necesaria la activación de la degradación de la glucosa y por tanto una acumulación mayor de lactato.

En esta fase, la concentración de lactato supera su aclaramiento y ya no existe un estado de estabilidad, su aumento es exponencial. Es cuando se utilizan las fibras musculares de tipo II, que son las que se implican en los entrenamientos de velocidad y potencia.

¿Qué efectos genera en nuestro cuerpo?

El atleta puede llegar a tener una sensación de ardor muscular, calambres, mareos, náuseas… e incluso puede llegar a ocurrir que no sepa ni dónde se encuentra mientras corre.

Por una parte, la concentración de lactato implica la utilización de una vía energética diferente, y podemos valorar la optimización de esta vía energética, lo cual es muy importante para según que disciplinas deportivas e intensidades de entrenamiento.

Por otra, el lactato provoca una acidosis metabólica que fisiológicamente induce a un bloqueo neuromotriz, o lo que es lo mismo, crea un estado de fatiga y por lo tanto una disminución del rendimiento.

De aquí la importancia en deportistas que puedan tolerar mejor dicha acidez, por mecanismos tamponadores compensatorios, en cambio otros no toleran dicha acidez y su rendimiento disminuye.